sábado, 14 de enero de 2012

Uno propone y... ¿quién dispone?

Para mí la ecuación era fácil. Se termina el secundario y se empieza una carrera, ya sea terciaria o universitaria, y se estudia, no se trabaja. No se trabaja para recibirse rápido, porque con el título-en-mano es más fácil conseguir un buen empleo, con un sueldo digno que nos permita desarrollarnos tanto profesional como humanamente. 
Así que sin dudarlo un instante terminé el secundario y comencé mi carrera. Pasé cinco años seguidos entre resúmenes, probando todas las -inas posibles y legales para mantenerme despierta, renuncié a salir en noches que prometían y pasé más de un fin-de-semana-de-sol-radiante adentro mientas los demás disfrutaban de la pileta.
Y por fin llegó el día. Habiendo rendido las 29 materias que me separaban de mi título, un caluroso día de diciembre 2010 me recibí. ¡Que alegría! Me sentía orgullosa de mi, sentía que había alcanzado una de mis metas en la vida. El esfuerzo había dado sus frutos. 
Sin embargo, soy de la idea de que no hay que dormirse en los laureles, así que sin dejar pasar el tiempo empecé a buscar seriamente trabajo. Y cuando digo seriamente quiero decir que mandaba cvs a cuanto aviso saliera en el diario además de los quichicientos portales de Internet en los que almacene mis datos. 
Y he me aquí, un año después, todavía desocupada. Y desocupada con todas las letras. La falta de trabajo es una de las marañas que no permite desenredar el ovillo. Es un nudo en el camino que no me deja continuar.


martes, 1 de noviembre de 2011

Maraña

Cuando era chica tenía el pelo larguísimo, como ahora, y me encantaba llevarlo suelto. El problema era que se me enmarañaba todo. Y recuerdo, como me escapaba de mi mamá que amenazante y con peine en mano me corría por toda la casa. Fue a esa temprana edad que aprendí lo que duele desenredar un brollo.
Pero a medida que fui creciendo, esos enredos se mudaron del pelo a la cabeza. Digamos que de tanto pensar estoy toda enmarañada. Para seguir adelante necesito desenredarme. Entonces... ¡a buscar la punta del ovillo se ha dicho!